Nuestros deportes favoritos en la playa
son tirarnos a parar las olas como porteros de fútbol
en una tanda infinita de penaltis
y cuando ya estamos bien amerados
construir castillos de arena
que resistan los incesantes embates del mar.
En playas con algas aprendimos
que usándolas ligadas con la arena
los muros son más duraderos.
Al acabar la muralla con un foso alrededor
cavamos hasta que encontramos dentro
el nivel del mar.
Una vez terminado el castillo lo abandonamos por otros juegos
y sólo volvemos a él para repararlo
si el oleaje consigue derribar alguna parte del muro.
Por mucho que nos esforcemos
el incansable mar
siempre acaba por derribar nuestro castillo antes de volver a casa
pero alguna vez ahí queda
con los muros redondeados y pulidos por las olas
pero enhiestos
cual singulares e inocentes relojes de arena
resistiendo heroicamente las acometidas marítimas
para asombro y admiración de los imperturbables paseantes playeros.