Calle de los poetas
En Zaragoza hay tantos poetas que vivimos dos en una
bocacalle de Corona de Aragón. Salgo a fumar a la terraza como mi “colega” sale
a pasear al perro. Un día vi cómo salía de casa hacia su coche, aparcado frente
a la puerta de mi bloque. Al llegar a la altura del mismo, se quedó paralizado
un instante como mirándolo fijamente, estiró el brazo y recogió lo que parecía un
trozo de papel del limpiaparabrisas delantero. Lo leyó y levantó la vista hacia
las ventanas de los edificios de alrededor, inquieto, como buscando a alguien.
Retornó su mirada sobre el papel y lo volvió a leer, pasándose una mano por la
cabeza con la que acabó tapándose la boca. Apuré mi cigarrillo y entré en casa.
Aquello ya no iba conmigo.
Izquierda / Derecha
Postrado ya en una cama de hospital, mi abuelo José García me
contó por última vez aquella historia del Frente de Aragón mientras se aferraba
con fuerza a mi mano. El camino les había llevado hasta el pie de una pequeña
loma lo suficientemente grande para no poder ver lo que había al otro lado. El
oficial que lideraba su pelotón, el comandante Manzano, con buen criterio, los
dividió en dos grupos. La mitad de los hombres iría por el lado izquierdo de la
colina y la otra mitad por el derecho. A los que fueron por el otro lado, nunca
más volvieron a verlos. Escuché las últimas palabras de mi abuelo: -Esperadme, voy con vosotros…, a la vez
que su vida se extinguía entre mis dedos.