sábado, 27 de febrero de 2016

Dos microrrelatos


Calle de los poetas
En Zaragoza hay tantos poetas que vivimos dos en una bocacalle de Corona de Aragón. Salgo a fumar a la terraza como mi “colega” sale a pasear al perro. Un día vi cómo salía de casa hacia su coche, aparcado frente a la puerta de mi bloque. Al llegar a la altura del mismo, se quedó paralizado un instante como mirándolo fijamente, estiró el brazo y recogió lo que parecía un trozo de papel del limpiaparabrisas delantero. Lo leyó y levantó la vista hacia las ventanas de los edificios de alrededor, inquieto, como buscando a alguien. Retornó su mirada sobre el papel y lo volvió a leer, pasándose una mano por la cabeza con la que acabó tapándose la boca. Apuré mi cigarrillo y entré en casa. Aquello ya no iba conmigo.  


Izquierda / Derecha
Postrado ya en una cama de hospital, mi abuelo José García me contó por última vez aquella historia del Frente de Aragón mientras se aferraba con fuerza a mi mano. El camino les había llevado hasta el pie de una pequeña loma lo suficientemente grande para no poder ver lo que había al otro lado. El oficial que lideraba su pelotón, el comandante Manzano, con buen criterio, los dividió en dos grupos. La mitad de los hombres iría por el lado izquierdo de la colina y la otra mitad por el derecho. A los que fueron por el otro lado, nunca más volvieron a verlos. Escuché las últimas palabras de mi abuelo: -Esperadme, voy con vosotros…, a la vez que su vida se extinguía entre mis dedos.

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